La sensibilidad de los mercados globalizados ha crecido exponencialmente desde los procesos de apertura económica evidenciados a finales de la década de los 80 y principios de los 90, vislumbrando la amplia conectividad de las industrias locales e internacionales y una volatilidad sin precedentes en torno a commodities, valores y, por supuesto, divisas. Así, la suerte de los países latinoamericanos no ha sido ajena a las circunstancias que acontecen en el resto del mundo, encontrándonos hoy por hoy en una coyuntura que es, quizá, uno de los mayores desafíos del presente milenio: ¿cómo entender la economía post-pandemia en una de las regiones con mayor desigualdad del planeta?
De acuerdo a pronósticos del Banco Mundial, 4.6% será la caída del Producto Interno Bruto (PIB) en la región como consecuencia de los efectos de la COVID-19, incluyendo la paralización parcial de las actividades productivas, el aumento del desempleo, afectaciones en movilidad y en abastecimiento, incrementando así esta brecha de desigualdad pero siendo más evidente en algunos países más que en otros. Por su parte, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) proyecta una caída entre 1.8% y el 5.5%.
Con más de 2.7 millones de contagiados en el mundo (en abril 2020), Brasil (+50.000), Ecuador (+22.000), Perú (+20.000), Chile y México (+11.000) han sido los más afectados en materia social. Aunque cada país ha implementado políticas de contención y distanciamiento social diferente, las consecuencias en términos de fallecidos y su implicación económica generan las mismas preocupaciones. Los rescates sociales, planes de contingencia para desempleados y recortes a intereses han sido algunas de las medidas que han tocado incluso al tejido empresarial, consciente de la situación y buscando garantizar resultados de la mano de sus gobiernos de turno.
Sin embargo, en cuanto a pronósticos, el Banco Mundial ha sido enfático en mencionar a México y Ecuador como los países con peor proyección para este 2020 (ambas, con un retroceso del 6%), seguidos de Argentina (-5.2%, estrechamente relacionada con sus malos resultados económicos y políticos recientes), Brasil (-5%) y Perú (-4.7%). Según Statista, “Venezuela es el que se enfrentará al peor contexto económico, con una disminución del PIB real del 15% en 2020 y del 5% el año siguiente”. El ente, además, rescata que este período, aunque no tiene precedentes, es pasajero y la recuperación se verá reflejada a partir de 2021.
Los casos llamativos son Chile y Colombia que, aunque en términos generales han afrontado de manera similar la coyuntura actual, presentan pronósticos menos impactantes en sus economías (-3% y -2%, respectivamente). Gracias a sus políticas de apertura económica, su resiliencia y adaptación a estrategias de participación pública-privada a partir de nuevas tecnologías, el ente detalla un mejor manejo de la situación y buena respuesta del sector privado, especialmente afectado en las industrias turísticas, comercio y cultura/entretenimiento.
Las oportunidades en la región no se hacen esperar y por ello, como efecto rebote, se pronostica un crecimiento acelerado de 2.6% en Latinoamérica, cifra más alta desde 2013. La reactivación de sectores productivos, la innovación y formación de mano de obra calificada, además de mayor apertura comercial serán herramientas de alto valor para la superación del paso del coronavirus en este lado del globo. El Banco Mundial finalmente indica que “el resurgir más rápido, sin embargo, se producirá en los Estados andinos: Perú crecerá un 6.6%, Colombia un 3.4% y Ecuador un 3.2%, siendo capaces de superar los resultados de 2020 en tan solo 12 meses”. Si bien es cierto hay otros factores influyendo en estos resultados, incluyendo la volatilidad de los mercados financieros, el precio del petróleo y demás commodities de especial relevancia en la región, entre otros, se vislumbran buenas noticias para estas economías al ser efectos pasajeros de un virus sorpresivo, de rápido contagio y que nos permite reevaluar nuestro trabajo desde casa.
Artículo escrito por: Nicolás Torres