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18 de marzo, 2020Recientemente se ha hecho más que evidente la fragilidad de nuestro cada vez más globalizado planeta frente a las externalidades políticas, económicas, sociales y, en este instante, sanitarias, con origen en un país oriental totalmente distante de otros como el nuestro, Colombia. A nivel mundial se ha elevado el nivel de riesgo del brote del virus COVID-19 (Coronavirus) ante la decisión de la Organización Mundial de Salud (OMS) de estar precavidos ante una eventual pandemia. Esto, por supuesto, ha desatado una onda de volatilidad en los mercados más importantes e influyentes de la tierra, iniciando por las bolsas asiáticas, europeas y, por supuesto, norteamericana, donde se han visto caídas estrepitosas en activos y valores que, ante el miedo, han decidido tomar precauciones propias.
Colombia y mercados emergentes similares no son la excepción, siendo estos más dependientes, más vulnerables y menos preparados para estas contingencias. El sistema cambiario de estos se ha visto claramente amenazado por las presiones alcistas en divisas y diversos insumos menos consumidos por el principal comprador del planeta, China (representante del 18% del PIB global), cuna del virus y que actualmente se encuentra limitando sus capacidades para responder ante la emergencia. No es sorpresa precisamente los recortes en las previsiones de compra de commodities y combustibles de Brasil y el país cafetero, entre otros países latinos al limitar dichas órdenes por restricciones de movilidad y disminución en producción, además del impacto directo en el precio del petróleo, el cual ha caído más del 20% durante las últimas semanas.
Sobre el comercio internacional, sumado a la industria, prima otro recurso que se ha visto afectado directamente: el turismo. Europa, destino frecuente de viajeros asiáticos (en su mayoría de nacionalidad china) ha visto la disminución de dichas poblaciones y así los ingresos por dicho sector, justo en un invierno sumido en el estrés y en la necesidad de salvaguardar las fronteras ante posibles brotes y nuevos casos de contagios, como el caso de Rusia que declaró prohibición de ingreso a su territorio de ciudadanos chinos a partir del 20 de febrero del presente año. Y dicho balance lo ven las aerolíneas, cruceros y demás transportistas también, quienes han recortado rutas y hecho esfuerzos por reducir sus pérdidas ante el mermado flujo de turistas.
Como señala Bloomberg en la columna Mercados emergentes en ascuas por propagación de coronavirus, “la rápida propagación de un virus mortal desde China está en la mente de los inversionistas de mercados emergentes a medida que dimensionan su impacto en la economía global.” Así, el panorama internacional visibiliza la necesidad de encontrar políticas que permitan minimizar el riesgo ante la entropía del virus en su propagación, al igual que intentar mantener flujos comerciales y de inversión atractivos que sostengan la demanda sin escalar en precios que afecten directamente a la población en medio del miedo o aquella que se prepara ante un posible contagio.
Debido a la incertidumbre, las apuestas de mercados con vínculos más estrechos al comercio chino (siendo en su mayoría emergentes) se orientan a que la duración del brote sea lo más corta posible y así minimizar afectaciones en sus economías, aunque múltiples analistas sugieren prepararse de antemano para un impacto prolongado en el crecimiento de sus naciones. Colombia, hoy recibiendo los primeros ciudadanos repatriados de China, espera cauteloso ante la expectativa de los impactos indirectos y, sobre todo, confiando que el virus no contagie a su economía, hoy por hoy una de las de mayor crecimiento y fortaleza en América Latina.
Artículo escrito por: Nicolás Torres