Bien es cierto que la región de América Latina y el Caribe (ALC) ha experimentado uno de los crecimientos demográficos más importantes del planeta y ha traído consigo gran cantidad de oportunidades.
Tras convertirse en la segunda región más urbanizada a nivel global, sus pobladas metrópolis han pasado a ser el principal foco de inversión exterior y protagonistas de procesos de internacionalización de empresas europeas y americanas. Mientras que el capital europeo tiene mayor presencia en el Cono Sur, Estados Unidos se ha posicionado como el mayor inversor en México y Centroamérica.
La apresurada y desordenada urbanización en las ciudades de ALC ejerce una enorme presión sobre conceptos como pueden ser la movilidad urbana, gestión de suministros, administración y diversidad de aspectos socio-económicos. Que requieren soluciones de alto contenido tecnológico recogidas dentro de las características que constituyen el despliegue de una «Smart City».
El desarrollo de tecnologías de la información y comunicación, automatización de procesos, planificación urbana eficiente, gestión inteligente de residuos, sostenibilidad medioambiental… son servicios y puntos clave absorbentes de atracción económica en la región.
Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) la puesta en marcha de una Smart City conlleva la implicación e integración de diferentes procesos, tecnologías y personas entre los que destacan 4 elementos esenciales:
Para concluir, debemos destacar que el BID juega un papel fundamental como fuente de financiamiento para el desarrollo económico, social e institucional sostenible de la región de América Latina y el Caribe. No sólo ofrece financiación a organismos e instituciones del sector público, sino que también gestiona y colabora con el sector privado.
Artículo escrito por Mikel Parra