Crisis, palabra que pareciera cada vez más recurrente en el diccionario latinoaméricano, se ha convertido en parte del lenguaje cotidiano gracias a la globalización, las nuevas tecnologías, las redes sociales y las cada vez más estrechas relaciones entre países. Colombia, ubicada en la punta occidental sudamericana no es ajena a esta realidad, presenciando constantemente diversos cambios en su política interna y externa, así como su economía y desarrollo cultural, profundamente arraigado entre la influencia europea, el destino caribe, la esencia andina y su entrañable amistad con su socio estadounidense.
Históricamente estas relaciones mencionadas anteriormente han dado paso a grandes avances en el país, tales como el arribo de fenómenos de gran impacto e importancia en el panorama nacional como la aviación o la principal cervecera, Bavaria (con ayuda alemana), el fútbol (británicos por doquier) o el cine (al mejor estilo italiano), entre muchos otros extranjeros que crearon empresa, se asentaron y contribuyeron al mix racial, cultural y sensible que compone a Colombia.
Sin embargo, las crisis han tocado la puerta y cientos de colombianos también han sido viajeros empedernidos en busca de un mejor presente y futuro fuera de su territorio, encontrando en Venezuela uno de los paraísos con mejor proyección y estabilidad en la región. Hoy, años después de dichos sucesos, la historia se continúa escribiendo y es el turno para el “hermano bolivariano” de sufrir una de sus mayores crisis sin precedentes, dando lugar a movimientos migratorios con gran impacto en el orden social global.
Según cuentas oficiales, Colombia ha recibido a la fecha más de 1.7 millones de venezolanos concentrados en las principales urbes, incluyendo a Cúcuta (en la principal frontera oriental entre ambos países), Barranquilla, Medellín y Bogotá, ciudad capital y eje comercial y de negocios reconocido como hogar de nuevas oportunidades para todos. Esta explosión demográfica, por supuesto, ha traído diversos efectos consigo, incluyendo implicaciones de todo tipo resaltando las sanitarias (ante la falta de protección previo y durante la pandemia) como principal agravante en la actualidad.
Las cifras, si bien dramáticas ante la coyuntura, han representado retos y oportunidades a la par para la economía local. Colombia ha impulsado y fortalecido programas de empleabilidad y de reactivación económica acompañados de programas sociales soportados por el gobierno nacional a través del Estatuto Temporal de Protección Temporal. Así, según el Fondo Monetario Internacional, “la economía de Colombia se expandirá 5,1% este año y 3,6% en 2022” gracias al aporte creciente de esta nueva fuerza laboral en la productividad nacional, además del aumento en consumo y acceso a bienes y servicios. Sin embargo, uno de los principales factores resaltados por el Fondo es que “el grado de ganancias potenciales dependerá de la velocidad con la que los migrantes se integren a la economía formal”, siendo quizás el mayor reto para una economía principalmente opuesta (predominantemente informal).
De acuerdo a datos del Banco de la República, “la inflación y las expectativas de inflación caen por los menores salarios, mientras que la brecha del producto se vuelve positiva gracias a las rigideces salariales de los trabajadores de alta productividad que permiten a las empresas contratar más”, generando sentimientos de todo tipo en la mayoría de la población laboral colombiana, la cual espera mayor inclusión y mejoras en las condiciones para todos los trabajadores.
De cara a la reactivación económica, Colombia hoy por hoy muestra márgenes superiores a mercados de la región (después de México), demostrando el compromiso de los sectores productivos y de las políticas gubernamentales en generar una recuperación acelerada que estimule al país cafetero frente al retroceso y pérdidas afrontadas por la pandemia mayormente en 2020. Estudios de The Economist resaltados por el Ministro de Hacienda, José Manuel Restrepo, demuestran que el país se encuentra en la posición 17 entre 100 países y es el sexto que más se acerca a la normalidad.
El aumento poblacional lleva a cuestionar las dinámicas sociales nacionales, incluyendo un cambio en la cultura local bajo influencias externas, así como mayor disponibilidad de perfiles técnicos y profesionales que estimulen la inversión y desarrollo en las regiones, además del incremento del presupuesto a partir del flujo de divisas provenientes del vecino llanero. Según cifras de la Cámara Comercio Colombo Venezolana, en los últimos ocho años los venezolanos han invertido US$700 millones en Colombia, sumados a los US$2.000 millones en torno a consumo promedio de cada venezolano migrante (US$1,500 en ahorros), representando cerca del 2,5% del presupuesto anual del Estado.
Ahora bien, ¿está Colombia lista para reactivarse y asumir una crisis migratoria en paralelo? Si bien la pregunta es portada de diarios y diversos espacios de opinión, la respuesta pasa por tres ítems fundamentales: empleo, inversión y vacunas, siendo este último decisivo para reducir el impacto del virus y llevar a cabo ese traslado a la “nueva normalidad” cada vez más latente. Es, además, punto crítico para apresurar la inclusión de migrantes venezolanos a las actividades económicas formales sin generar mayores cargas a la red de salud nacional. Dadas estas condiciones, 2021 es un año decisivo y las puertas del país están abiertas; es ahora el momento de unir, generar y aprovechar las oportunidades por igual.
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Artículo escrito por Nicolás Torres