La semana pasada desde la Oficina del representante de Comercio Internacional de EEUU, se presentó el pasado martes la lista de los productos que estarán sujetos a un arancel del 25%. El principal objetivo de esta medida es el de penalizar a las importaciones de dichos productos, principalmente de alta tecnología, procedentes de China.
Con esta medida EEUU pretende equilibrar su balanza comercial con el gigante asiático. Las importaciones estadounidenses de bienes chinos ascendieron en 2017 hasta los 505.600 millones de dólares, de acuerdo con los datos del Departamento de Comercio. Lo que supuso un crecimiento de entorno al 9% respecto al año anterior. Y es que, para China, EEUU es el destino del 15% de sus exportaciones, especialmente para bienes electrónicos.
Esta barrera arancelaria supone un golpe al programa de desarrollo chino para el 2025. Un ambicioso programa que tiene como objetivo convertir al gigante asiático en el líder industrial de alta tecnología a nivel mundial.
Por su parte desde Pekín se han tomado medidas para demostrar su fuerza y defender su posición como potencia comercial. Como respuesta a los aranceles propuesta por EEUU, que según la agencia de calificación de riesgo Standard & Poor´s, podrían afectar al 12% de los productos importados desde China, el país asiático hace presión sobre el principal sector exportador de EEUU hacia china, la agricultura. Y es que EEUU exportó hacia China más de 19.000 millones de dólares en bienes agrícolas en 2017 (de los cuales más de 12.000 solo en soja).
Asimismo, otras partidas importantes (aeronáutica comercial, 16.200 millones y automoción 10.500 millones) también se han visto afectas en la segunda ronda de aranceles anunciadas por Pekín, que entrarán en vigor en caso de que Trump siga adelante con la oficialización de los aranceles estadounidenses contra productos de alta tecnología chinos.
Si bien, esta primera “escaramuza” tiene más tintes políticos que comerciales si se continúa con esta escalada de aranceles, los acontecimientos podrían derivar en una auténtica guerra comercial. Y esto no sería beneficioso para la estabilidad del comercio exterior a nivel global.